Los postres y el santoral: ¿a qué se debe esa dulce relación?

Los postres y el santoral: ¿a qué se debe esa dulce relación?

Los zaragozanos celebran el día de su patrón degustando el tradicional roscón de San Valero, pero no es el único postre unido a una festividad

«El que más me gusta es el clásico, el de toda la vida, con cuatro fruticas y nata«, revela un joven zaragozano cuando se le pregunta por el roscón de San Valero. Como él, son muchos los zaragozanos que tienen claro cómo celebrar este sábado 29 de enero la festividad de su patrón: comiendo roscón.

La festividad de San Valero no es la única que lleva aparejada un dulce típico solo de ese día. En el calendario por el que se rigen las panaderías y las pastelerías hay más de una veintena de postres que corresponden a celebraciones relacionadas con el santoral.

Uno de los calendarios más conocidos en el sector es el de la empresa aragonesa Panishop, que cada año, desde hace 25, publica un almanaque con los postres típicos de cada festividad. «Zaragoza puede ser la provincia donde más postres relacionados con el santoral hay«, confiesa José Rébola, director comercial de la empresa.

La explicación a esta curiosa unión la encontramos, comenta, en un grupo de pasteleros que en los años 80  organizaron un concurso de postres para cada festividad. El objetivo final del proyecto era impulsar la repostería y hacerla una parte importante de todas las celebraciones. 

«En los tiempos que corren no debemos dejar pasar la oportunidad de celebrar cualquier cosa«, reflexiona Rébola. Con ese mantra muy presente, las tiendas de la firma venden más de una veintena de dulces diferentes para cada día señalado del año. Entre otros postres venden una careta de chocolate de carnaval que comercializan entre el 25 y el 27 de febrero, un dulce con forma de cinco, en honor a la Cinco Marzada, las tradicionales torrijas en Semana Santa o el lanzón de San Jorge el 23 de abril. Todos ellos forman parte del calendario de Panishop.

«Comeré un poco y será del roscón de nata«, comenta un hombre frente a una pastelería mientras elige qué tamaño de dulce de San Valero encargar. Precisamente el postre relleno de nata es el que más aceptación tiene entre los zaragozanos. «El que más gusta es el de nata, yo diría que el 95% de la gente compra ese«, confirma Carlos Usón, responsable del obrador de Horno Ismael, una tradicional pastelería de la capital aragonesa.

En ese obrador llevan varios días preparándose para el volumen de trabajo extra que supone San Valero. «A la plantilla habitual se suman el día previo y el del patrón los hijos y amigos que nos ayudan», señala Usón, quien asegura que solo para esta festividad hay entre 15 y 20 personas trabajando en el obrador.

En Horno Ismael elaboran entre 6.000 y 7.000 roscones, la mayoría de nata, aunque hay quien prefiere otros sabores para el relleno: «También hacemos algunos de trufa, crema y hasta de cabello de ángel». Un proceso, el de preparación del dulce, que se demora más de 24 horas. «Lo primero es hacer una buena masa madre» -explica el repostero- «a la que le ponemos agua, levadura y levadura prensada».

Obrador de Horno Ismael.

Esa masa reposará y fermentará 24 horas hasta poder sumarse a la segunda mezcla: «Preferimos hacer una masa con poca levadura para que sea una fermentación lenta y que salgan más jugosos y buenos«, revela Carlos.

Mientras, los pasteleros continúan con el proceso y elaboran una segunda masa con huevos, azúcar, sal, harina, leche, manteca de vaca, agua de azahar y levadura. Una vez unidos ambos preparados, llega el turno de amasar y dar forma a los roscones, sin olvidarse de un elemento esencial: la sorpresa. «Es lo más importante para los más pequeños«, señala el repostero.

«Más del 90% de los roscones que se venden son de nata»

«Comeré de nata, como siempre, y lo haré con toda la familia, aunque este año seremos menos por la COVID», indica un vecino de Zaragoza mientras pasea frente a la pastelería. Por esa razón, los obradores estiman que este año se venderán más roscones individuales y de menos tamaño que en ocasiones anteriores.

En las tiendas de la empresa aragonesa Panishop comercializan roscones de todos los tamaños. «Tenemos desde unos de 1,5 kilos, que son para entre 15 y 18 personas, a otros que son de 100 gramos, que son los individuales», explica José Rébola, director comercial de la empresa.

Este San Valero ponen a la venta unas 20.000 unidades de roscón, con precios que oscilan desde los tres euros a los 26,80, en el caso de los más grandes.

«En Zaragoza el 90% de lo que se vende es relleno de nata y el otro 10% de trufa, crema o sin relleno, aunque este último es el que menos se vende«, confiesa. En sus obradores se elaboran también roscones sin azúcares añadidos.

«En nuestra cultura todo se arregla al rededor de una mesa o de una comida y en el postre está la parte festiva de una celebración. Los pasteleros formamos parte de ese momento tan bonito», señala.

Hablando de roscones, no podemos dejar pasar la ocasión de responder a una pregunta que se repite en la mente de todos: ¿Qué diferencia hay entre el roscón de reyes y el de San Valero?. «Absolutamente ninguna«, confirman los reposteros, que de encontrar una se decantan por el hecho de que uno incluye un haba y una corona y el otro no.

Con todo, sea San Valero o cualquier otra festividad, en cualquier reunión donde se comparte comida y se celebra siempre se deja espacio para el postre, algo que José Rébola describe con una frase: «Las risas son como el postre, siempre hay hueco«.

 

FUENTE: Aragón noticias>Zaragoza

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